“Pese a su vocación extractivista, Antofagasta siempre tuvo la legítima aspiración de proyectarse más allá de un campamento minero, y los teatros, entre otras cosas, son un ejemplo de aquello”, señala en una entrevista Alberto Olguín, director teatral, jefe de la carrera de Artes Escénicas en la Universidad de Antofagasta y autor de este libro, cuyas páginas abordan desde 1871 a 1930, época en que la ciudad vio nacer, desarrollarse y cerrar (muchas veces consumidos por incendios) treinta teatros, desde los más modestos a los más suntuosos. Y estos, por supuesto, fueron mucho más que un recinto para espectáculos teatrales, sino que sirvieron a la comunidad como espacio de sociabilidad popular y política; viendo desarrollarse en sus inmediaciones asambleas políticas, charlas, conferencias, graduaciones escolares y espectáculos de lo más variado. Este libro ofrece un recorrido por estas historias, reconstruyendo la memoria vivida en aquella materialidad hoy en día ausente en el imaginario de esta ciudad.


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